Hace unos días tuve ocasión de visitar la venta del histórico stock que Donmanué tan celosamente nos guardaba en sus almacenes por una módica tasa mensual. Pude comprobar cómo, de manera lamentable, el stock loperiano se comercializaba a su ya legendario estilo. Lejos de los renovados aires de gestión que dicen estar oxigenando el club, la venta de stock no merece otro calificativo que el de mercadillo loperil. Una especie de puesto de venta ambulante dominado por el desorden, el caos, el cutrerío y el habitual aroma a tongo que impedirán obtener el máximo beneficio económico para la entidad. Todo lo contrario. Me llevé la impresión de que, como mínimo, ciertos aspectos siguen igual de pobremente gestionados que siempre y, lo que es peor, a la masa verdiblanca le parece bien. Mal vamos por ahí.
Entre el inmenso despropósito de prendas de toda índole (chándals, medias, calzonas, camisetas de entrenamiento, sudaderas, etc), aparecían camisetas serigrafiadas sin ton ni son. Entropía, máximo desorden, mínima energía por hacer las cosas bien. Temporadas, tallas, jugadores, mangas cortas, mangas largas, primera equipación, segunda equipación, tercera equipación, todo salteado. Un único denominador común: sólo quedaban elásticas de los jugadores miembros de la galería de los horrores. Camisetas que nadie quiere tener ni regaladas. Fui pasando perchas: Otero, Ayala, Valerio, Gaspercic, Andrei, Tais, Gálvez, Solozábal...oh ¡sorpresa! ¡Arzu! No esperaba menos de ud. Don Arturo. Si hubiera abandonado el equipo en el momento adecuado quizá me habría ahorrado encontrarme con su reliquia. No voy a enumerar el repertorio de motivos que han llevado a este jugador tan amigo de Paco Chaparro -lo cual daría para un post- a ocupar un lugar de honor como miembro de la galería de los horrores. Tan sólo confío en que el partido del Rayo, ese en el que regaló un gol "porque el balón venía muy fuerte", haya sido el último suyo con el Betis.
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