En el autobús-velatorio de vuelta no entraba ni un ápice de esperanza por la ventana. Todas las cabezas agachadas, negando, no puede ser; otro año en Segunda. Habíamos dado una nueva muestra de lo que es la afición del Betis. Qué digo afición, devotos. Sólo así se le puede encontrar alguna explicación a que semejante marea humana se plante en Salamanca para ver un partido de Segunda. Aún a sabiendas de que su equipo es muy malo y sólo una carambola poco probable permitiría celebrar el ascenso. No era la final de la Champions, ni de la Europa League, ni de la Copa, ni la última jornada en la lucha por la Liga, o por entrar en Europa. Pero allí que nos fuimos una muchedumbre histórica, otra más, ataviados en colores verdiblancos para estar con el Betis en el purgatorio. Que por favor se dejen de rollos y comparaciones, es imposible que otro equipo del mundo pueda presumir de un cuerpo de devotos ni siquiera parecido.
Ayer todo se veía tan oscuro como los campos extremeños que de madrugada surcaba nuestro autobús. Pero los comentarios jocosos de los ateos futboleros y chaqueteros oportunistas me han hecho convencerme de que vamos a subir. El Hércules no va a ganar en Irún. Aunque con pocas opciones de salvarse, los vascos se juegan el descenso y van a pelear hasta la muerte. Los alicantinos cuentan con uno de los peores números de la categoría a domicilio. Su equipo está plagado de viejos peloteros con poca pinta de que vayan a dejárselo todo en el reducido y vetusto Stadium Gal irundarra. El Hércules no va a ganar. Y nosotros pondremos de nuevo a reventar la parroquia de los béticos. La llenaremos de vítores, de alegría, de apoyo pero, sobre todo, de fe. De la que mueve montañas. De la que mueve el sentimiento verdiblanco.
Si aún queda algo de justicia en este mundo, el sábado a las 8 de la tarde el Real Betis será equipo de Primera División. Su afición no ha dejado nunca de serlo, allí le espera.
lunes, 14 de junio de 2010
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Amén!
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