Cuánto mal puede llegar a hacer la adulación a un equipo instalado en la indolencia durante los últimos años. Todos deberíamos haber sido más responsables. No debemos olvidar que el Betis no es ni el Conquense ni la Cultural Leonesa, con todos mis respetos hacia ellos. No entendí la desmesurada alegría con la que se celebró una eliminación en Copa por 6-3 contra el Barcelona. Que sí, que la primera hora en el Nou Camp fue buenísima. Tanto como la primera parte en Villamarín. Pero no olvidemos que en la ida nos acabaron metiendo 5 y en la vuelta no nos remontaron el partido porque, sencillamente, no les dio la gana en una segunda parte digna de bolo veraniego.
Pues, ala, ahí que nos lanzamos al optimismo irresponsable. Como si el Barcelona no hubiera venido nunca a nuestro campo, o como si nunca le hubiéramos ganado. Como si de hinchas de la Gimnástica de Torrelavega se tratara, también con todos mis respetos hacia ellos. La prensa tampoco escapa a este saco de excesivos elogios y escasa memoria.
Y así que este equipo que solía ser indolente hasta hace sólo unos meses ha vuelto a serlo en el lamentable partido contra el Granada. ¿Dónde se quedaron el entusiasmo, presión, tensión, fuerza, calidad, fútbol y entrega del Betis de Mel? ¿Acaso en los piropos de una eliminatoria perdida? Mel lo sabe bien. Ya después de la inaceptable derrota contra el Villarreal B detectó la necesidad de intensificar las sesiones de entrenamiento y convivencia ante el inaplazable objetivo del ascenso. Objetivo que se ha complicado, aún siendo todavía líderes de la categoría, por el buen hacer de Rayo y Celta. Con Mel estoy más tranquilo. Si ya además se da cuenta de que cada vez que el equipo le falla Arzu está en el campo...
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